Polinesia Francesa, con su belleza sobrenatural, es un destino que supera todas las expectativas de viaje. A medida que te aproximas al aeropuerto de Tahití, la magnificencia de este rincón terrenal te envuelve.
Como conocedora de los destinos más exquisitos y con innumerables destinos anotados en mi bitácora, puedo afirmar que un viaje a la Polinesia Francesa, con su belleza sobrenatural, supera todas las expectativas de cualquier sueño.
Desde la ventanilla del avión, contemplas islas salpicadas de un verde resplandeciente y mares de azul turquesa, que varían su tonalidad con la profundidad. Este espectáculo visual parece una obra de arte pintada con maestría y te invita a cuestionar la realidad de lo que ves. El mero acto de llegar al aeropuerto de Tahití te sumerge en un ambiente paradisíaco.
La música tradicional resuena en los tambores, mientras las fragantes flores de thiaré te envuelven en un aroma embriagador. Es un recibimiento que anuncia que estás a punto de vivir una experiencia única.
Conociendo las islas Tahití
Explorar Tahití te lleva a través de sus valles, donde cascadas escondidas despiertan tu asombro, y te permite degustar Mahi Mahi, uno de los platos tradicionales. Apreciado por su carne firme y blanca, se desmenuza con facilidad y tiene un sabor delicado y suave. La cocina polinesia lo prepara de diversas maneras, a menudo a la parrilla, al horno o en deliciosos guisos. Su versatilidad en la cocina permite una amplia variedad de platos, desde tacos de pescado fresco hasta platos más elaborados que resaltan su sabor y textura.
En este viaje, no solo disfrutas de la naturaleza, sino que también descubres la profunda conexión de los locales con su entorno, su arraigada cultura y la inmensa fuerza del Maná que todo lo impregna.
Soñando en Bora Bora
Desde Tahití, nos dirigimos a Bora Bora, una isla de ensueño rodeada de motus (islotes) de arena blanca y protegida por una preciosa laguna de aguas turquesas y corales. Aquí, nos esperaban experiencias únicas que han quedado grabadas en la memoria.
Navegar en la laguna de Bora Bora nos brindó la oportunidad de hacer snorkel junto a majestuosas Eagle Rays, que nadaban con gracia mientras peces más pequeños las limpiaban de parásitos. Posteriormente, nos unimos a simpáticos tiburones de punta negra, compartiendo el agua en perfecta armonía.
La aventura continuó en una playa aislada, donde disfrutamos de un almuerzo delicioso, preparado con autenticidad y un toque de elegancia. Las carreras en canoas tradicionales (Va’a) añadieron emoción a nuestra jornada.
Después de un día repleto de actividades, regresamos a nuestras villas sobre el agua para maravillarnos ante la espectacular puesta de sol, que ha sido, sin duda, la más asombrosa que hemos presenciado. La noche nos deparó una última sorpresa cortesía de Polinesia Francesa: un deslumbrante espectáculo de fuego, en el que lugareños danzaban y malabaristas desafiaban el calor y el dolor al compás de tambores y cánticos frenéticos
Navegando aTaha’a
Al amanecer, nos despedimos de Bora Bora y partimos hacia Raiatea, donde nos embarcamos en un catamarán que nos llevaría a Tahaa. En Raiatea, disfrutamos de la emoción del paddle surf, el snorkel y la belleza de un entorno que se funde en tonalidades de verdes montañosos y el azul del cielo, reflejado en las múltiples tonalidades de turquesa del mar.
Tahaa nos recibió con un snorkel maravilloso en su jardín de coral. A pesar de algunos desafíos climáticos, cada día en este paraíso nos regaló paisajes de ensueño y experiencias inolvidables.
Este viaje a la Polinesia Francesa nos ha ofrecido una experiencia que trasciende la imaginación, un viaje que nos dejó un pedacito de este paraíso en el corazón.
Si tus sueños de viaje anhelan el mismo toque de grandiosidad, permíteme diseñar tu gran viaje a la Polinesia Francesa, donde cada detalle se teje con la promesa de la exclusividad y el encanto.